El análisis de la frase, nos lleva a varias conclusiones que tenemos que tener en cuenta si queremos buscar una nueva teoría de la “imprescindibilidad.”
En primer lugar, el objetivo de luchar toda la vida es autodestructivo, ya que la meta no la alcanzo nunca, o al menos nunca vivo. Es por tanto, un objetivo que estoy condenado a no poder celebrar que lo he alcanzado.
En segundo lugar, no hay ninguna medida de cuan imprescindible somos. La frase nos marca el final, pero no el inicio. Un hombre que luche en la última etapa de su vida se convierte en imprescindible siempre que muera luchando, sin tener en cuenta cuanto tiempo lleva haciéndolo.
En tercer lugar, no tiene en cuenta ni los resultados ni la importancia de los mismos, da lo mismo por lo que se luche y si se consigue o no. En realidad, lo primero puede ser cierto, ya que, al menos, seríamos imprescindibles para los que luchan por la misma causa, sea positiva o no, pero lo segundo es absurdo, conseguir los resultados pone fin a la batalla, y eso en si mismo es importante.
Por último, no tiene en cuenta ni la continuidad de los objetivos ni el fin último de la lucha. Luchar y por luchar por nada, y luchar sin rumbo cierto, y el temor de haber luchado y un futuro terror, y no saber hacia donde luchamos, ni de donde luchábamos. (C. Darío)
No obstante, antes de seguir existen dos preguntas para continuar o no con las reflexiones:
¿Hay alguien imprescindible? ¿Es necesario sentirnos imprescindibles?
Si ambas respuestas son negativas no es necesario continuar con esto. Yo pediría cita con mi psicólogo y le contaría que he tenido aires de grandeza durante un largo período de mi vida y que tengo que reconvertirme al estilo chino (véase el último emperador).
Si la respuesta a la primera es negativa y a la segunda afirmativa, recuérdese que yo he pedido cita primero, porque nos vemos todos en el psicólogo.
Espero votaciones.