martes, 27 de noviembre de 2007

Conclusiones

El análisis de la frase, nos lleva a varias conclusiones que tenemos que tener en cuenta si queremos buscar una nueva teoría de la “imprescindibilidad.”

En primer lugar, el objetivo de luchar toda la vida es autodestructivo, ya que la meta no la alcanzo nunca, o al menos nunca vivo. Es por tanto, un objetivo que estoy condenado a no poder celebrar que lo he alcanzado.

En segundo lugar, no hay ninguna medida de cuan imprescindible somos. La frase nos marca el final, pero no el inicio. Un hombre que luche en la última etapa de su vida se convierte en imprescindible siempre que muera luchando, sin tener en cuenta cuanto tiempo lleva haciéndolo.

En tercer lugar, no tiene en cuenta ni los resultados ni la importancia de los mismos, da lo mismo por lo que se luche y si se consigue o no. En realidad, lo primero puede ser cierto, ya que, al menos, seríamos imprescindibles para los que luchan por la misma causa, sea positiva o no, pero lo segundo es absurdo, conseguir los resultados pone fin a la batalla, y eso en si mismo es importante.

Por último, no tiene en cuenta ni la continuidad de los objetivos ni el fin último de la lucha. Luchar y por luchar por nada, y luchar sin rumbo cierto, y el temor de haber luchado y un futuro terror, y no saber hacia donde luchamos, ni de donde luchábamos. (C. Darío)

No obstante, antes de seguir existen dos preguntas para continuar o no con las reflexiones:

¿Hay alguien imprescindible? ¿Es necesario sentirnos imprescindibles?

Si ambas respuestas son negativas no es necesario continuar con esto. Yo pediría cita con mi psicólogo y le contaría que he tenido aires de grandeza durante un largo período de mi vida y que tengo que reconvertirme al estilo chino (véase el último emperador).

Si la respuesta a la primera es negativa y a la segunda afirmativa, recuérdese que yo he pedido cita primero, porque nos vemos todos en el psicólogo.

Espero votaciones.

lunes, 26 de noviembre de 2007

El teorema

El enunciado del teorema sería:

La frase “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay hombres que luchan muchos días y son muy buenos, pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles” es absurda.

Demostración:

Para demostrarlo vamos a recurrir a una demostración al absurdo:

Erase una vez dos jóvenes hermanos que vivían en una linda república bananera, con un Tirano de los de toda la vida.
Un día escuchando una canción de Silvio Rodríguez, se tropezaron con la famosa frase. Ambos decidieron que sería bonito, consiguiendo además dos objetivos con el mismo esfuerzo, consagrar sus vidas a la revolución para derrocar al dictador.

Y así lo hicieron, se lanzaron al monte, levantaron aldeas, recaudaron fondos, se armaron hasta los dientes y lucharon por la libertad de su pueblo.

Pero tras 40 años de dura lucha se plantearon que tenían que buscar una solución definitiva al conflicto, ya que éste no avanzaba y estaba desangrando la nación, por lo que se les ocurrió aquello de “muerto el perro se acabó la rabia.”

Planearon todos los detalles, tendrían una única oportunidad y se dispusieron a la arriesgada misión.

Sin embargo algo salio mal, se encontraron sin posibilidades de avance. En esa situación el mayor dijo que ya no podía más, que esta era la oportunidad que tenían, y que iba a intentar llegar hasta el tirano.

El menor le contestó que no tenía ningún sentido, que era mejor retirarse y que siempre hay otra oportunidad, que intentarlo en ese momento era un suicidio.

Pero el mayor, (que nunca los mayores hacemos caso de los menores), saltó de la trinchera y se lanzó en una frenética carrera, de la que no pudo avanzar más que unos pocos metros, muriendo por la Patria y la Justicia.

El menor llorando se retiró, buscó una segunda oportunidad y una tercera y a la, no me acuerdo cual, consiguió eliminar al tirano y devolver la libertad al pueblo.

Pocos años más tarde, se alzó con el poder otro dictador, sino no sería bananera, y unos jóvenes, que por supuesto conocían la discografía de Silvio Rodríguez, fueron a buscar al héroe de la patria para que encabezara la nueva revolución.
El héroe nacional les pidió que lo miraran bien, que ya no tenía la movilidad de antes, que había perdido vista y en definitiva, que no era su hombre, pero que les deseaba suerte y paciencia en su empresa.

Los nuevos revolucionarios no entendían ni asimilaban como habían podido perder su primera batalla, la que creían más sencilla. El tiempo les enseñaría a encajar derrotas, pero en aquella primera ocasión, el enfado no era controlable, por lo que uno de los jóvenes al salir descargó su ira y le espetó a modo de venganza:

- En la lápida de tu hermano dice: “Aquí yace un héroe de la patria, aquí yace un hombre imprescindible” y en la tuya pondremos “Aquí yace un héroe que sólo llegó a ser un muy bueno”.

viernes, 23 de noviembre de 2007

El motivo.

De joven, como por casualidad y gracias a una canción de Silvio Rodríguez, me tropecé con una frase, del famoso poeta Bertolt Brecht, que dice: “Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay hombres que luchan muchos días y son muy buenos, pero hay hombres que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.”

La frase me llamó la atención, me gustó, me impresionó y la hice mía. Más aún, al poco tiempo ya le había añadido una coletilla. Cuando la citaba, la terminaba siempre diciendo: “… y yo sueño con llegar a ser imprescindible”. Que tonto era de joven, que falta de experiencia, de conocer las medidas de las cosas, que impresionable.

Hoy, tras casi 30 años de correr una maratón como si fuera una carrera de cien metros, seguida de otra de cien metros y de otra… y habiendo aprendido conceptos de prevención de riesgos laborales, tengo claro el poder autodestructivo que encierra la famosa frase.

Por eso quiero comenzar un blog donde todos, con las entradas y los comentarios, podamos, no sólo desmontar una falsa teoría del concepto de “Imprescindibilidad Humana” (bonito palabro), sino cimentar el concepto de la “Imprescindibilidad Social”

Tras mucho análisis sobre quien sería el culpable de este desaguisado, (siempre en el concepto positivo de la culpa, es decir la Culpa como herramienta tecnológica), y conociendo la fragilidad, la facilidad de inducir conceptos erróneos o impresionar a la juventud, pensé en el cantautor que hizo suya la frase incluyéndola en una canción. No obstante, eso me sonó a aquello de matar al mensajero, por lo que mi ira la he descargado, finalmente, contra el autor de la cita.

Por esta razón, y sin atacar personalmente a un famoso dramaturgo, ni a su obra, que no conozco en profundidad, permitámonos gritar a Coro:

“ESTAMOS HASTA LOS HUEVOS DE BERTOLT BRECHT”